Ir de vacaciones es una cosa, viajar es otra. De vacaciones te diviertes y aprendes, cuando viajas vives, aprendes y te diviertes, por ese orden.
En unas vacaciones no te importa gastar 50 dólares más de lo previsto, de viaje sí. La maleta de unas vacaciones es mucho más atractiva y completa que la mochila de un largo viaje, donde llevas lo justo y necesario. Durante el viaje te cocinas, en las vacaciones te lo sirven a la mesa. De vacaciones intentas desconectar, de viaje corres el riesgo de hacerlo demasiado.
Durante estos seis meses he viajado y he aprendido mucho más de lo que imaginaba, y no me refiero únicamente a un aprendizaje cultural e histórico de todos los países que he visitado, al fin y al cabo para eso está Wikipedia.
Algunas de las cosas que se aprenden siendo mochilero:
1) El viajero no busca sólo una cama
Los mochileros del mundo se alojan en Guest Houses que, como bien indica su nombre, son pequeñas casas que disponen de todo tipo de instalaciones: cocina, baños, comedores, salas con Internet, dormitorios… ¡Como las típicas casas de colonias a las que íbamos cuando éramos pequeños! Allí es donde aprendes a compartir, a hacer turnos y a confiar en que nadie va a coger tu yogur bífidus del frigorífico. La verdad es que existe algún que otro gorrón por el mundo, pero generalmente el ambiente de las guest houses es increíblemente acogedor, tienes trato con el propietario o recepcionista y con todos sus huéspedes y viajeros del mundo. Pero no debes confundir ese ambiente familiar con estar en casa, aquí los platos te los friegas tu, lo digo porque también hay algún despistado que cree estar en casa de mamá.
Las guest houses normalmente disponen de habitaciones individuales y dormitorios mixtos donde hay de 4 a 12 camas aproximadamente. El precio lógicamente depende del país, pero habitualmente los dormitorios oscilan entre los 8 y 15 dólares y las habitaciones individuales entre los 20 y 30 dólares. La elección no es fácil, la oferta de guest houses y hostales del mundo es escandalosamente variada y, como ya se sabe, las fotos de Internet mienten muchísimo. A veces te la juegas y sales perjudicado, como me ocurrió en Moscú, donde terminé durmiendo en un piso patera de rusos rarísimos. Pero eso pasa 1 de cada 26 veces, no os preocupéis. Mis páginas para buscar guest houses: www.hostelworld.com, www.hihostelling.com
2) El viajero aprende a cocinar
Todos los viajeros hemos comido noodles (fideos chinos empaquetados a los que sólo se debe añadir agua caliente). Las primeras semanas, incluso los primeros meses, pueden parecerte una buena elección: son baratos, no están mal y en un momento los tienes listos. Pero te aseguro que si el viaje es largo aprendes a cocinar sí o sí. Yo he terminado odiándolos y como consecuencia ahora sé cocinar. Sí mamá, mi tortilla de patatas es mejor que la tuya, sé hacer sopas, paella y, agárrate fuerte, pollo con salsa.
3) El viajero se hace fuerte
Antes del viaje te vacunas y te llevas un botiquín que ocupa el 50% de la mochila, después te das cuenta de que no era necesario. Voy a hacer una reflexión que tal vez parezca escandalosa, pero creo que viajar inmuniza. En estos seis meses no he sufrido ni un diminuto dolor de cabeza, ningún resfriado, nada. Y creedme, yo era la típica pupas. Al cambiar de clima, de agua, y al exponerte a distintos factores y bacterias, tu cuerpo se hace inmune, o al menos, más fuerte. ¡Ahora soy Hulk!
4) El viajero supera sus miedos
Mosquitos, arañas, cucarachas, ratones, escorpiones y serpientes han sido mis compis de viaje. Ahora no les tengo miedo, o como mínimo, no chillo como una histérica al verlos. No hacen nada, en Nueva York dormí con un ratoncito al que llegué incluso a cogerle cariño. He superado también otros miedos, como el miedo a los gatos. Por todo el mundo hay miles de ellos y, al parecer, es la mascota preferida de las guest houses, así que no me quedó otra. Ahora dejo que se me acerquen. También creo haber superado el vértigo que creía tener. Estaba en Halong Bay (Vietnam), rodeada de un paisaje increíble, con unas rocas kársticas que salían del agua y el grupo con el que iba no lo dudó ni un momento: se tiraron todos de cabeza. Yo también quería hacerlo, pero mi miedo a las alturas me lo impedía. Lo dudé mil veces, me acerqué al agua, miré, volví atrás, volví adelante, reflexioné y me di cuenta de que estaba haciendo el tonto: ¡me tiré!
5) El viajar abre la mente
Tu baño es el mejor del mundo, el estofado de tu madre también, tu sofá es sin duda el más cómodo y tu cama es el súmmum del confort, eso está claro, y te aseguro que en algún momento lo echas de menos. Pero nada de eso es primordial, te da igual dormir en una habitación destartalada, descansar en un colchón de 5 centímetros de grosor o que el baño no huela a ambientador. Ahora valoras otras cosas: la tranquilidad, la naturaleza, la libertad, el saber y el conocer. Parece que lo que nos han impuesto es lo único, lo válido, lo mejor, pero no necesitamos tener cinco pares de zapatos, ni el último modelo Ipod, ni siquiera necesitamos hipotecarnos. Puede parecer muy hippie la idea, pero el viajar te permite ver otras opciones de vida: puedes vivir un tiempo rodeado de naturaleza y montar un bar, puedes hacer artesanía, puedes dedicarte a exportar productos, puedes permitirte, incluso, olvidarte del típico ¿qué seré mañana? Viajando sólo piensas en el hoy. Puedes hacer lo que quieras. ¡Tú decides!
6) El viajero conoce freaks
Durante el viaje he conocido a tantísimos personajes excéntricos que me arrepiento de no haberles dedicado una entrada a cada uno de ellos. Me he dado cuenta tarde, pero aquí va el que se ha ganado mi Top 1: un alemán que había dado 3 vueltas al mundo en bicicleta, llevaba nada más y nada menos que diez años invertidos. ¡Increíble, pero cierto!
7) El viajar une
Lo mejor del viaje son las amistades que ciñes en él, ese es el mejor recuerdo. Por el mundo me he ido encontrando a muchos mochileros que, cansados de la rutina de la ciudad, lo han dejado todo para emprender su propio viaje. Sin conocerlos de nada, pareces compartir mucho y se convierten en amistades cortas pero muy intensas, llegando incluso a consolidarse más que cualquier “amigo” al que llevas viendo durante años . También conoces a personas encantadoras y desinteresadas que se ofrecen para ayudarte en tu viaje, para hacerte sentir como en casa. Gracias a Couchsurfing, el portal en Internet que pone en contacto a viajeros y residentes de todo el mundo, puedes hacer un café, hospedarte en casas y conocer el lugar que visitas de la mano de un residente. ¡Os aseguro que son los mejores guías que puedes encontrar! Gracias a esta página he hecho muy buenos amigos en Miami, a los que espero ver pronto en Barcelona.
8) El viajar no es TAN loco, ni tampoco TAN caro
Muchos creen que viajar es carísimo, y no lo es. Lo que es carísimo es ir de vacaciones. Si encuentras una buena oferta puedes volar por 350 euros a India, por ejemplo. Allí con 700 euros eres un rey y vives tranquilamente un mes. Des de allí, puedes incluso volar con AirAsia por 100 euros a cualquier otro país asiático. La cuestión es estar atento, pero para viajar no se necesita demasiado. Un par de meses ahorrando a tope y puedes escaparte un tiempo.
A muchos les gustaría emprender un largo viaje pero les da miedo. Tienen miedo de perderlo todo, pero ¿qué es todo? ¿un coche, un trabajo, un piso? Siempre están a tiempo de volver a su país, de ponerse a trabajar y comprarse un nuevo coche o todas las chorradas que quieran. El irse no es tan loco. Sinceramente veo más loco estar trabajando en una empresa 8 horas diarias, quejándote porque cobras 1.000 euros y no pudiéndote permitir ni siquiera unas vacaciones. ¡Si te apetece, hazlo, no creo que te arrepientas! Como dice mi madre: “Arrepiéntete de lo que haces, no de lo que nunca hiciste”.
9) El viajar crea adicción
Soy Meritxell Martorell y soy adicta a los viajes. ¡Ya estoy pensando en el siguiente
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