Sin eÑe: "Allí se vive muy bien"

"Allí se vive muy bien"

Cuando quiera ser mamá, vendré a los países nórdicos”. Reconozco que en más de una ocasión esta idea ha fantaseado por mi cabeza. Todos hemos escuchado eso de “allí se vive muy bien”. Normal, dicen que la unión hace la fuerza. La famosa cruz escandinava es símbolo de fortaleza y la podemos ver en todas las banderas de los cinco países que conforman los llamados países nórdicos, sólo cambian sus colores.

Estos cinco vikingos ya han salido exitosos de la crisis. Tal vez esto sea fruto del modelo económico y político que adoptaron a principios del XX: el Estado del Bienestar Escandinavo. En materia social y educativa, los países nórdicos son los más avanzados. La sanidad y la educación son gratuitas. Incluso los estudiantes gozan de un sueldo fijo cada mes. “ Y …¿si en vez de ser madre me saco un máster?” Las familias con hijos menores de 18 años reciben una cantidad fija por niño. “No, no, mejor tengo un hijo, el chollo duraría más”.

Bromas aparte. Estos países merecen lo que tienen y por ello pagan también unas tasas más elevadas que el criticado 18% IVA español. Se merecen ser incluso más verdes de lo que son, pues cuidan y miman el medio ambiente como cualquier ecologista meticuloso. Aunque por estas tierras ya ha salido algún escéptico, como el polémico Bjorn Lomborg.

Son también ejemplo de ética y moralidad, convirtiéndose en los países más seguros y menos corruptos del mundo.

Y después de tanto piropeo, los voy a criticar. “Rubios, lo único que os falta es una pizca de consideración: no todos cobramos vuestros sueldos, bajad un poco el precio de los hostales, ¿no? ¡50 euros por una habitación compartida con 8 personas es una brutalidad! Nosotros SÍ seguimos en crisis”.

Y ahora hablo de lo que debo hablar: Copenhage

La ciudad sin sirenita

Esta antigua fortaleza vikinga me ha recibido con un sol muy cercano, increíblemente deslumbrante y, sobre todo, duradero. Algo que se agradece muchísimo viniendo de unas lluvias también duraderas en Edimburgo. Mis piernas se han cansado al pasear por Ströget, la calle peatonal más larga de Europa. Sus pintorescos canales y sus coloristas casitas me han hecho entender por qué este escenario de cuento de hadas es actualmente una de las ciudades más felices del mundo. En Copenhague se respira felicidad y tranquilidad. Los daneses no parecen estresados y ayudan al turista a sentirse cómodo. Ayer, por ejemplo, estaba completamente perdida y tuve que preguntar varias veces para ubicarme. Todas las personas a las que interrumpí el paso con mi supermapa se pararon para indicarme, con un perfecto inglés, dónde me encontraba. Todas ellas me desearon una feliz estancia. Son educados, serviciales y guapos. La multitud de bicicletas en las calles, la mayoría sin candado, me ha dado seguridad. Al pasear por los alrededores de Kastellet he decidido que en cuanto vuelva a Barcelona voy a correr como ellas. A las danesas les gusta cuidarse, hoy he visto a muchas que lo daban todo en sus carreras y aseguro que obtenían sus merecidos resultados.

Pero la ciudad se ha quedado sin Sirenita. La estatua que inmortalizaba el cuento de Hans Christian se encuentra desde el 25 de marzo en la Expo de Shangai 2010, para aportar un toque de belleza que… ¡entre tanto chino no vendrá mal! Esta era la estatua más fotografiada de la ciudad, pero la piedra que la soportaba sigue recibiendo tantos flashes como la protagonista. Esta mañana yo también lo he hecho. Me ha parecido realmente absurdo, pero aquí tenéis la piedra donde reposaba la bella sirenita. Ariel para Disney.

En los jardines del Tívoli existe una copia exacta del mismo escultor, Edvard Eriksen. Aunque siempre queda mejor ver la original. Con un poco de suerte, puedo hacerlo cuando vaya a China. Porque hasta diciembre no volverá a su lugar de origen.

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