Sin eÑe: Crónica de una ensalada mitológica

Crónica de una ensalada mitológica

En otra cosa no lo dudo, pero en cuanto a gastronomía, nadie nos supera. ( Y ahora tampoco en fútbol). Ya es sabido que la cocina mediterránea goza de un reconocimiento mundial. Lógico. No debería estar permitido servir una ensalada sin aliño. Pero lo está. En Asia he probado las ensaladas más insípidas de mi vida: rodajas cortadas sin gracia alguna sobre un plato indiferente e insulso. Pero ahora, gracias a los Dioses griegos, estoy en el paraíso de la ensalada. ¡Qué exquisitez, qué bonita, qué fresca! Un plato atiborrado de colores, bañado en puro aceite de oliva, se presenta ante mí como un Todopoderoso. La ensalada griega. ¡Ohh! El Olimpo se instala en mi paladar. Los sabores festejan mientras pienso en lo mucho que echaba de menos el sabor mediterráneo.


El Dios Feta es el gobernante del Olimpo. El rey de los dioses muestra orgulloso su carácter fuerte, sabroso, mientras la Diosa del amor, Tomatita, hija de las solanáceas, lo acompaña en todo momento. Dulce, gustosa y de color vivo no puedo dejar de saborearla. Cebolla, la esposa de Feta, siempre fue celosa de Tomatita, pero Cebolla tiene un papel imprescindible; áspera y valiente hace del Olimpo un mundo de sensaciones. Entonces aparece él, Pepinón, el Dios marino, quien apacigua esa intensa lucha de contrastes aportando serenidad y estoicismo. Pero Pimiento Verde, Dios de la guerra, se enfrenta a él y la batalla se abre de nuevo. Y para poner el lazo a esta beligerancia de sabores, florecen ellas, pequeñas, hermosas y flamencas, las diosas del hogar: las olivas.

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