Sin eÑe: Los pilares de Canterbury

Los pilares de Canterbury

El año pasado conocí a Tom, un inglés que vivió en Barcelona durante varios meses.

Ayer decidí hacerle una visita, esta vez en su tierra. Tom vive en la ciudad costera de Folkestone, al sureste de Inglaterra, pero nuestra cita tuvo lugar en Canterbury, ciudad a 90 kilómetros de Londres.

El mayor tesoro de Canterbury es su enorme catedral, foco de la religión anglicana. Es la sede del arzobispado de Canterbury, líder religioso de la Iglesia de Inglaterra. Una de las historias más oscuras de esta catedral fue la decapitación del arzobispo Thomas Becket, en el siglo XII. Este suceso se puede revivir en la novela histórica “Los pilares de la tierra” del autor británico Ken Follet.

La Catedral de Canterbury, de estilo gótico inglés, es realmente impresionante. Mientras estábamos en el claustro revivíamos las historias de la Inglaterra medieval. Tom de eso sabe mucho, yo me limité a escucharle y prometerle que me leería la novela de Ken Follet, aunque, sinceramente, siempre me dio pereza empezar a leer ese gran ladrillo de seis capítulos.

Al ver que las historias de arzobispos, la arquitectura gótica y la iglesia anglicana llegaban a aburrirme, Tom decidió dar un giro para contarme una historia realmente atractiva: la caza de brujas de Canterbury.

Paseando por las exquisitas calles adonquinadas, me obligó a parar y hacer una foto a uno de los canales que rodean la ciudad. Despúes me preguntó: “¿Qué ves en él?”. Ingenua, contesté: “agua”…. Despúes de reírse, me pidió que me fijara atentamente y fue entonces cuando descubrí que había una silla de madera a lo alto del canal. Al parecer, en la época medieval, esa silla servía para sentenciar a las posibles brujas de la ciudad. Cuando una mujer era sospechosa de practicar brujería se la obligaba a sentarse en la silla y, posteriormente, se la sumergía durante un tiempo dentro del agua. Si la mujer moría, lógicamente no era bruja. Si sucedía lo contrario confirmaba su secreto y se la quemaba. Es decir, si por algún motivo te acusaban, lo mejor que podías hacer era salir corriendo. Tenías dos opciones, morir ahogada o bien quemada.

Si esta historia estuviera incluida en “Los pilares de la Tierra” las posibilidades de leerme la novela serian mayores.

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