Sin eÑe: Fringe Edinburgh 2010

Fringe Edinburgh 2010

He tenido la suerte de aterrizar en Edimburgo en unas fechas repletas de color y sorpresas. El Festival de Edimburgo se celebra cada año desde finales de julio hasta comienzos de septiembre. Sí , sí, exageradamente largo, lo que lo convierte en uno de los festivales que más turistas recibe del mundo y lo que provoca que la ciudad duplique o triplique sus precios.

El Festival de Edimburgo incluye el Fringe, el Festival Internacional, el Festival Cinematográfico Internacional, El Festival de Jazz y Blues, El Festival Internacional del Libro y el Festival de la gente de Edimburgo.

A mí me ha tocado el Fringe ( 6- 30 agosto) y la verdad es que estoy más que contenta. El Fringe es destacado por su teatro, danza, música y especialmente por sus espectáculos artísticos de drama y comedia.

La calle principal de la Old Town, la Royal Mile, está contaminada de flyeros que promocionan las distintas obras. Es realmente toda una odisea pasar por ahí, en un momento puedes tener entre tus manos un total de 20 flyers, así que lo mejor es llevar las dos manos en el bolsillo. Se trata de un escaparate gratuito de algunos de los espectáculos que componen el Fringe, pues varios artistas ofrecen pincelazos.

Pero lo mejor para los presupuestos ajustados son los espectáculos que no forman parte del programa oficial: las actuaciones en la calle, totalmente gratuitas (siempre propinas, eh?). Ayer por ejemplo, una humorista escocesa atrajo a más de 100 personas a su alrededor. Su actuación fue realmente divertida y nos regaló una parodia de la “típica rubia tonta” que mueve su cuerpo a ritmo de aros. El espectáculo terminó con la boda de la escocesa y un joven chico del público. Siguiendo por la Royal Mile, dirección al Castillo de Edimburgo, volví a hacer otra parada: un grupo trival de músicos escoceses, que a mí me parecían más vikingos que otra cosa, actuaban enérgicamente, golpeando con garra sus tambores al compás de la gaita. Música celta a base de percusión y aire, potente y forzuda.

Hay tanto por ver en la Royal Mile que que cruzar toda la calle paseado te puede llevar varias horas. Seguro que en cualquier momento alguien te convence y terminas como todos, parando. Menudo chasco para quienes deben cruzarla para ir a trabajar. Imagino que saldrán con tiempo.

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