Sin eÑe: Panching en Koh Samed

Panching en Koh Samed

Ha sido un placer, un antojo playero. Aunque lo echo de menos, sigo recordándole suave e hipnotizador. Su olor todavía me pertenece y me transporta a ese momento caprichoso y aceitoso.
Estoy renovada y se lo debo a él: a un masaje tailandés. Visitar Tailandia y no hacerlo es pecar, igual que lo es no visitar sus playas.

Me he permitido tomarme unas “vacaciones” dentro de este gran viaje. Así que debo limitarme a explicaros mí día: duermo a 50 metros de la playa, un baño salado es el encargado de despertarme. Una ensalada de fruta y muesli con yogurt, más un granizado de sandía y un par de tostadas se aseguran de activarme para “el duro día”, ¡el sol es agotador!
La mañana se presenta tranquila, descubriendo las playas de Koh Samed y los distintos platos de sus chiringuitos. Mi favorito es el Pad Thai, una especie de noodles fritos con verdura, soja, huevo y un tipo de salsa que aún no he logrado descubrir.

Por la tarde, la actividad desciende para dar paso a la típica siesta española. No me queda otra opción, es la hora del mosquito y aseguro que van a por todas, ni siquiera Relec, el rey de los repelentes, puede con ellos.
Al despertar, la playa presume de nuevo decorado. Está todavía más coqueta, repleta de chill-outs en la arena, con mesitas y velas se exhibe como un escenario romántico perfecto.
Malabares con fuego, tailandeses fibrados, música y barbacoa por la noche. Hoy hay luna llena, así que allí que me voy. No quiero perderme la Full Moon Party.
Playa, música, buena comida y panching. Eso es todo amigos. No os preocupéis, estoy bien.

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