Sin eÑe: El hostal fantasma

El hostal fantasma

Mi llegada a Moscú ya fue algo caótica, pero nada en comparación con lo que me esperaba en Beijing. Mi vuelo llegó a la una de la madrugada, por lo que debí batallar hasta conseguir un taxi a buen precio. (¡¡ No había ni buses ni trenes!!)

Me pedían 300 yuanes (unos 38 euros) y pasada media hora lo conseguí por 100 (12 euros). Eso implicó que el conductor fuera nobel. Sinceramente, creo que era su primera vez como taxista. Además de no hablar ni una palabra en inglés, no tenía ni idea de cómo llegar.

Creedme, no exagero, estuve metida en el taxi cuatro horas, de reloj. El recorrido al principio me pareció ameno. Todo lleno de farolillos rojos, de restaurantes luminosos, de grandes avenidas … Paramos en un hotel lujoso y el taxista me preguntó si era ese. Le dije que no, moví la cabeza negativamente pero terminamos entrando. Afortunadamente, el recepcionista hablaba inglés. Le ensené la dirección del hotel y no la conocía, pero rápidamente conectó su ordenador y abrió Baidu (la competencia de Google en China) y buscó en BaiduMaps.

Taxista y recepcionista empezaron a hablar rápidamente, Don Nobel se limitaba a mover la cabeza, asintiendo como si entendiera cada uno de los pasos a seguir. Me despedí del recepcionista y le pregunté si era fácil llegar. Sí, lo era, pero no para el joven taxista. Después de varias vueltas por la capital china volvimos a parar en otro hotel. Lo mismo, esta vez con mi portátil. La recepcionista hizo una llamada a mi hostal, pero nadie contestaba, así que me embarqué de nuevo a la aventura con Don Nobel.

No recuerdo el tiempo que invertimos en el segundo intento, pero la tercera parada ya fue directamente en una comisaría policial. Esta vez el poli se metió dentro del taxi y nos acompañó.

Su presencia me tranquiliza, un policía seguro que sabe cómo llegar. Pues no. Cuarta parada, tercer hotel. Saco de nuevo mi ordenador y le pregunto amablemente a la recepcionista, tampoco lo conoce, ni siquiera la calle. ¿Será un timo, será un hostal fantasma? Empiezo a desesperarme, pero de nada me sirve, ni el poli ni el taxista me entienden. El policía termina por cansarse y le pide a Don Nobel que lo deje de nuevo en la comisaría. Así lo hicimos: quinta parada, comisaría de nuevo. El poli se despide con una sonrisa de oreja a oreja como diciendo: “lo siento chica, buena suerte”, y yo le muevo la mano con cansancio. ¿Qué debo hacer? Son las 4:30 de la noche, hay poca luz, la gente duerme en la calle. Pero finalmente… ¡Don Nobel lo consigue! ¡Hemos llegado!

Mi hostal está situado entre unos callejones laberínticos, no es nada convencional, de hecho no tiene cartel. Se trata de un porticón rojo que da paso a un patio interior.

Después de llamar al timbre varias veces, aparecen un par de chinitas encantadoras en pijama, son las recepcionistas. Le pago al taxista los 100 yuanes acordados pero el muy sinvergüenza me exige 100 yuanes más. Las chinitas, haciendo de traductoras, me dicen que yo le había prometido eso. ¿Será mentiroso, cómo le voy a prometer nada si no nos entendemos? No tengo la culpa de su incompetencia. Amenazándome, el piltralfilla asegura que si no le doy 100 más no abre el maletero. Empiezo a enfadarme de verdad, para chula yo: ¡consigo sacarle las llaves del contacto! Estamos empatados. Don Nobel se enfada y empieza a chillar. Las chinitas, con una voz muy calmada, me aconsejan que apunte la matrícula del taxi para llamar a la policía. No hace falta, este no se mueve, les enseño las llaves. Finalmente, el taxista cede y se va resignado.

A las cinco de la mañana me acostaba, cansada pero feliz de haber ganado la batalla. ¡Ya tengo experiencia en Asia, Don Nobel!

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