En diciembre visité la ciudad de Edimburgo, pasé las Navidades más frías de mi vida, pero mereció la pena. Éramos un total de cinco amigas levantando kilts en fin de año. Por cierto, a las víctimas parecía encantarles. Ahora el clima ha cambiado y las condiciones también. Lógicamente cuando vas sola te cortas más, ahora sería incapaz de levantar un kilt, pero sin embargo he decidido repetir una de las actividades que hicimos juntas: el free tour.
El free tour, del que ya hablé en Praga, es un tour gratuito de unas tres horas caminando alrededor de la ciudad. Refrescar la memoria nunca viene mal y más todavía cuando las historias de esta ciudad son sorprendentemente variadas.
Esta vez mi guía fue un joven sevillano de 25 años. Con él recorrí toda la ciudad vieja de Edimburgo y reviví las historias que ya me contaron en diciembre. He considerado más que interesante inmortalizar algunas de ellas en mi blog:
La almohada asesina de Burke y Hare
Parece imposible que en la calle más pintoresca y alegre de
Edimburgo,
Victoria Street, se esconda una de las historias más macabras de la ciudad. La historia de Burke y Hare, dos asesinos sin piedad.
Burke, zapatero de profesión, nació en Irlanda y se instaló en Edimburgo para seguir practicando su oficio. Fue en la ciudad escocesa donde trabó amistad con Hare. Ambos hicieron un tándem perfecto: Burke era el inteligente, Hare el fuerte. Los ingredientes necesarios para convertirse en una pareja de asesinos.
Todo empezó en un hostal de Victoria Street, donde la pareja se alojaba. La propietaria estaba llorando porque uno de sus huéspedes acababa de morir y le debía 4 libras, el sueldo de un mes por ese entonces.
Burke y Hare decidieron dirigirse a la Universidad de Medicina con el difunto cuerpo. Por él consiguieron 7 libras. Le devolvieron las 4 libras a la mujer del hostal y ellos se quedaron el resto. Vieron que ese sería un gran negocio. Por esos tiempos, nadie quería vender su cuerpo a la ciencia, por ese motivo se recompensaba tan bien.
El señor Hare vivía en un cuartito ubicado en el sexto piso de una casa muy alta de Edimburgo y fue ese el lugar elegido para realizar sus crímenes. Al caer la noche, Burke y Harve paseaban por Victoria Street e invitaban a su cuarto a un transeúnte desconocido. El discurso era siempre el mismo. Aseguraban que esa calle era muy insegura, que en ella se habían llevado a cabo varios robos y asesinatos. De esta forma, el transeúnte, dominado por el miedo, decidía seguir el consejo de esos “buenos hombres” y alojarse por una noche en su cuarto. El recibimiento era típicamente escocés: varios vasos de whisky para facilitar las cosas.
Una vez el transeúnte estaba completamente borracho, lo llevaban a la cama y cuando empezaba a roncar, llegaba el turno de la almohada asesina. Burke se encargaba de asfixiar a la víctima con la almohada y el forzudo Hare se sentaba bruscamente sobre su barriga. Una muerte limpia, sin rastros.
Las víctimas fueron muy variadas y también los beneficios. Según cuentan, los cuerpos jóvenes eran más valiosos que los viejos. Pero para hacernos una idea, solían ganar unas 12 libras, una fortuna.
Nadie sospechaba, no había ninguna prueba. Pero una mañana como cualquier otra, Burke y Hare se dirigieron a la Universidad de Edimburgo para hacer entrega del cuerpo. El profesor de medicina destapó al difunto y ¡sorpresa! Empezó a gritar, esa cara la conocía. Era su prostituta particular, con la que compartió cama la noche anterior. Era imposible que hubiera muerto en un sólo día, esa mujer estaba sana.
Se les acabó el chollo a la pareja de asesinos, fueron investigados. Juntos vivieron, juntos trabajaron y juntos fueron presos. Pero el tonto de Hare, fue más listo que el maquiavélico Burke y acusó a su compañero. Burke fue ejecutado.
A día de hoy el esqueleto de Hare está exspuesto en la Facultad de Medicina de la Universidad de Edimburgo, para mantener viva esta terrible historia. El final del cuerpo de Burke es todavía más escalofriante. Con la piel de sus manos hicieron un bolso que actualmente se puede ver en el Museo de la Policía de Edimburgo.
Me pregunto quién se lo pondría. Arggggggggh!!
Bobby, un perro fiel
En
Edimurgo podemos fotografiar a
Bobby como si de un personaje ilustre se tratara. Esta estatua es una de las más visitadas por los turistas y esconde una de las historias más tristes y entrañables de
Edimburgo.
Bobby de Grayfriars fue el perro más fiel de toda la historia canina. Este terrier permaneció durante catorce años en la tumba de su difunto amo.
En 1858 John Gray, vigilante nocturno de la ciudad, falleció y fue enterrado en los alrededores de la Iglesia de Greyfriars, lugar de donde nunca más se alejaría Bobby. Lloviera o nevara, Bobby permanecía inmóvil al lado de su queridísimo John Gray.
Rápidamente esta historia conmovió a todos los vecinos y decidieron empezar a alimentar a Bobby y construirle un refugio en el lugar.
Años más tarde, Bobby fue adoptado por Sir William Chamber, alcalde de Edimburgo, tras una ley que aprobaba la eliminación de los perros vagabundos.
En el 72 Bobby murió y fue enterrado al lado de su amo. Un año más tarde decidieron homenajear al canino con una estatua delante de la Iglesia de Greygans.
En 1981 la Dog Aid Society de Escocia instaló una lápida en la que se puede leer: “Bobby Grayfriars, muerto el 14 de enero de 1872 a los 16 años, deja que su lealtad y devoción sea una lección para todos nosotros”. Todavía hoy la gente sigue dejando huesos y juguetes a los pies de su lápida.
Esta historia tan conmovedora fue incluso llevada al cine por Disney en 1961, ¨Grayfriars Bobby¨, basado en el libro de Eleanor Atkinson.
Reconozco que cuando me contaban la historia los ojos se me llenaron de lágrimas. Cuánto me acuerdo de mi perro. ¡Black guapo!
El corazón de los “lapos”
Delante de la
Catedral de Saint Gile está ubicado el
Heart of Midlothian, un corazón de piedra tallado en el suelo que señala el lugar donde se levantaba la antigua cárcel de Edimburgo.
Es el único lugar de la ciudad donde está permitido escupir. Si la policía te ve “echando un lapo” justo en el centro del corazón, estate tranquilo, puede incluso que te feliciten pues, al parecer, escupir dentro es sinónimo de suerte. Fuera del corazón, este acto incivilizado llegará a costarte unos 45 pounds.
Y… ¿por qué? El lugar era uno de los más odiados de la ciudad. En él se levantaba la antigua cárcel y además, era el lugar donde la gente debía pagar los impuestos. Cuando pagamos impuestos no nos queda demasiado buen sabor de boca. A ellos tampoco, así que escupían.
Ahora aseguran que el acto de apuntar y escupir en el centro del corazón trae suerte. Imaginad cómo se pone eso cuando juega el Heart of Midlothian Football Club, uno de los principales de la ciudad. Mejor no verlo.