Dahab era originariamente un pueblo de pescadores beduinos, en la costa de la península del Sinaí. A finales de los 60´y principios de los 70’ este refugio marítimo del desierto se convirtió en un destino popular entre mochileros hippies. Dahab ha evolucionado mucho gracias al turismo y es ya un destino obligado para los amantes del submarinismo, windsurf y kitesurf. Aún así, se mantiene como uno de los lugares más relajantes de la costa del mar Rojo.
Al llegar al pueblo me vi envuelta en una naturaleza insólita, una mezcla inesperada. Por un lado, respiré el místico aire del monte Sinaí tumbada en un auténtico chill-out árabe y, por otro, practiqué buceo libre y descubrí el fascinante mundo submarino del mar Rojo, lleno de arrecifes de coral. Pero sin duda, lo que más me gusta de Dahab es la tranquilidad, la magia y la amabilidad de su gente. Si te sientas con ellos mientras fuman su sisha (pipa de agua arábiga), te explicarán encantados los secretos de la cultura del desierto.
Orgullosos de su historia y especialmente de su gastronomía, los beduinos se presentan como una población tranquila y hospitalaria. Si hay algo que hace especial a la cocina beduina es su forma de cocción. Tradicionalmente, los alimentos se cocían bajo tierra. De ello, todavía conservan la idea de que la comida debe tratarse lentamente, para conservar el sabor original de cada ingrediente. Si alguna vez venís a Dahab, os recomiendo probar alguno de los siguientes platos:
- Mendih: pan cocido bajo tierra.
- Tahina: Salsa espesa y especiada elaborada a base de judías
- FataAh: pan troceado mezclado con mantequilla y cualquier otra salsa (salada o dulce). Por ejemplo, salsa de tomate, o incluso té.
- Marrdooss: arroz beduino mezclado con lentejas y servido con berenjena frita.
Pero permitidme que me centre en el té, una bebida que ha conseguido convertirse en una atracción turística. La mayoría de tours organizados de la zona incluyen entre sus actividades la de ir al desierto a gozar de un auténtico té beduino. Según explican, los pobladores del desierto lo tomaban para estar más activos, para aguantar el largo día y para reducir el apetito. Aseguran que es mucho mejor que el egipcio, pues las pantas utilizadas son exclusivas del monte del Sinaí. Además se elabora y se sirve en pequeñas cantidades. La verdad es que está riquísimo. Tal vez sí es mejor que el egipcio o, simplemente, yo lo saboreo más porque estoy en un lugar idílico.
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